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Mario Paciolla: la muerte violenta de un voluntario
Filtraciones marcaron el “caso” del italiano Mario Paciolla, que fue encontrado muerto en San Vicente del Caguán hace seis meses. Las inconsistencias en los hechos de la muerte del voluntario de la ONU llevaron a pensar en una conspiración política. En algo concuerdan todos, la ONU tiene responsabilidades.
En San Vicente del Caguán el Covid-19 vive una simbiosis maligna. Los tapabocas hacen ahora parte del ambiente como el camuflado y las botas pantaneras. Mientras el mundo sigue luchando contra una pandemia, en este pueblo del sur de Colombia, a 288 kilómetros en línea recta, pero a casi 700 en carro de Bogotá, el virus de la violencia es endémico. Sin embargo, la muerte violenta de un voluntario de la ONU es algo fuera de lo común. Los extranjeros no suelen hacer parte de la lista de las víctimas del conflicto. Por eso fue noticia mundial cuando encontraron ahí, el pasado 15 de julio, el cuerpo sin vida del italiano de 33 años, Mario Paciolla.
Yo no lo conocía, pero sí nos cruzamos unas veces. Ambos llegamos a Colombia en marzo 2016. Para mí fue el regreso a un país que me tiene amañado hace años, para Mario fue la primera vez, pero pronto quedó igual de fascinado. Ambos trabajábamos en la misma ONG de derechos humanos. Yo entre 2012 y 2014, Mario del 2016 al 2018. Él era el nuevo, el recién llegado, y yo el viejo que ha vuelto a la “casa”, a esta familia de voluntarios que construimos y que seguimos construyendo en Colombia. Aunque no puedo decir que lo conociera más allá de unas conversaciones triviales, siento la necesidad de escribir sobre él, sobre lo que llaman ahora su “caso”. Porque Mario era uno de nosotros, de los muchos voluntarios internacionales que apoyan los derechos humanos y la paz en Colombia. Después de acompañar por dos años a defensores y defensoras, Mario empezó a trabajar para la Misión de Verificación de la ONU (UNVMC, por sus siglas en inglés) en San Vicente del Caguán, Caquetá.
“Aquí en el pueblo las personas se ahorcan en las fincas, en las casas, muchachos, jóvenes, pero lo de Mario sí era extraño”, dice William González, periodista y director del medio local Magazín 740 en San Vicente. En la mañana del pasado 15 de julio el noticiero estaba en vivo cuando escucharon que a solo tres cuadras de su estudio encontraron a un muerto. González aprovechó el corte de comerciales para mandar rápido a su asistente a grabar unos segundos en el lugar de los hechos. Las imágenes inéditas están tomadas en una calle sin pavimento, enfrente de una casa sencilla de dos pisos. Se nota la prisa del camarógrafo por filmar la escena. En la llovizna gris se mueve una muchedumbre de unas diez personas, unos policías uniformados, otros parecen agentes vestidos de civil. Más alejados de ellos, bajo los paraguas, están los amigos de Mario, colegas de la Misión, dos mujeres y dos hombres, jóvenes. Uno de los hombres intenta cubrir con el paraguas negro a su grupo de las miradas de la cámara, pero se nota que ellos están consternados, tristes, se nota que no lo pueden creer.
Dos de los colegas habían llegado a la casa de Mario para recogerlo y viajar con él a Florencia, la capital del departamento. Como Mario no contestaba las llamadas sus compañeros abrieron la puerta con la llave del dueño de la casa, que vive abajo. Allí lo encontraron en una escena confusa, muerto, ahorcado y con laceraciones en los brazos. La estación de policía está a solo cuatro cuadras de la casa de Mario y los agentes llegaron rápido para acordonar el sitio. Más tarde el médico de Medicina Legal de Florencia tachó en el certificado de defunción bajo la columna “probable manera de muerte” la casilla “violenta”. Lo que puede indicar a un suicidio
o un homicidio. Pero aparentemente todo el mundo en San Vicente creyó primero en la hipótesis del suicidio. También porque según los lugareños, la ONU no tiene enemigos en el pueblo.
La muerte violenta de un hijo, de un amigo y compañero es en sí una tragedia. Para la ONU es, además, un desastre. Porque la muerte de Mario lleva un peso diplomático que puede amenazar a la Misión de Verificación de las Naciones Unidas y, con ello, el proceso de paz en Colombia. Aunque el pasado 25 de septiembre fue renovado el mandato de la Misión, la noticia pasó casi desapercibida, mientras la muerte de Mario se volvió un escándalo para la organización. Por varias inconsistencias en el caso la prensa en Italia y Colombia fortaleció la hipótesis de un asesinato y de una conspiración. La ONU se mostró incapaz de manejar la situación y su forma de comunicación los ha vuelto sospechosos ante el mundo. Los periodistas esperaban respuestas de la organización, pero la ONU se quedó en silencio.
No es la primera vez. La ONU ha enfrentado escándalos en diferentes momentos y países. Los más conocidos son los de los abusos sexuales de los cascos azules en países de África y en Haití. Según Naciones Unidas, recibieron solo en 2019 en sus misiones alrededor del mundo 205 denuncias de abusos y explotación sexual. Otro escándalo importante fue el del brote de cólera en Haití, que dejó cerca de 10.000 muertos y muy probablemente fue llevado a la isla por miembros de la ONU, después del terremoto de 2010. En muchos de estos casos, la organización internacional mostró cierta dificultad para comunicar el problema y aceptar la responsabilidad. El “caso” de Mario no fue la excepción, además fue visto como una falta de empatía hacia sus propios voluntarios.
Mientras el cuerpo de Mario fue llevado a la morgue de Florencia, a tres horas en carro de San Vicente, la Misión de Verificación de la ONU en Bogotá sacó un comunicado de dos frases en el que lamentaba el fallecimiento de “un colega voluntario”. Al otro día, la Misión puso un trino en su cuenta oficial, en el que esta vez sí mencionó el nombre de Mario. Pero la cuenta de Twitter de su jefe máximo, Carlos Ruiz Massieu, se quedó en silencio, y solo se volvió a mover unos días después para celebrar los 210 años del grito de independencia en Colombia y lamentar el accidente de un helicóptero militar y el fallecimiento de unos soldados ajenos a la Misión.
Solo hasta el 4 de agosto, tres semanas después de su muerte, la Misión le rindió un homenaje a Mario en una ceremonia en Bogotá. Pero el minuto de silencio que ofrecieron se prolongó los próximos meses. Hoy, el vocero de la ONU en Nueva York es la persona que maneja la comunicación sobre el caso. Y aunque han ampliado su comunicado desde agosto, la forma en que contestan preguntas periodísticas escritas es devolver la misma respuesta, pero subrayando en negrita: “Mientras esperamos los resultados de esas investigaciones y cooperamos plenamente con ellos, no comentaremos los detalles del caso”.
La ONU no supo cómo lidiar con la situación. “Las Naciones Unidas”, dice la madre de Mario en una entrevista con el periódico La Repubblica, “se han mostrado reticentes con nosotros desde el principio”. Ella fue avisada de la muerte de su hijo por una abogada de la Misión alrededor de las 11 de la mañana del 15 de julio. En un tono vacilante y de manera rápida la mujer le dijo que Mario se había suicidado y preguntó si la familia quería que le devolvieran el cuerpo, como si se tratara de un paquete no deseado. Para muchos que están trabajando por la paz en Colombia esta no es la forma de agradecer el servicio de un voluntario.
El comunicado de prensa sobre el homenaje del 4 de agosto está marcado como “declaración”. Parece que la Misión entendió algo tarde que su actitud frente a la muerte de Mario era mal vista tanto en Colombia como en Italia. Tal vez por eso se le rindió una “Guardia de Honor” a sus restos “antes de ser repatriados a su natal Italia”. Extraoficialmente se informó que por las restricciones de la pandemia solo fueron Ruiz Massieu y el embajador de Italia en Colombia, Gherardo Amaduzzi, quienes despidieron el ataúd de Mario el 23 de julio en el aeropuerto de Bogotá.
En este ataúd el cuerpo de Mario había sido embalsamado por una funeraria en Florencia. La autopsia de los restos mortales ya se había hecho el 16 de julio por un forense de Medicina Legal, al cual una colega describe como “excelente y además muy profesional”. Por razones desconocidas y sin que esto fuera consignado en el documento oficial de la necropsia, durante este proceso estuvo presente el jefe de la Unidad Médica de la Misión, Jaime Hernán Pedraza. Como lo confirma una persona que ese día trabajó en la morgue, los forenses esperaron al funcionario de la ONU hasta que llegó de Bogotá para arrancar con la autopsia. Una fuente en Medicina Legal, que pidió no ser identificada, describe esto como algo absolutamente fuera de lo común, mucho más en el caso de Pedraza, que no es un médico legista o forense.
Según un artículo publicado en El Espectador, Pedraza fue autorizado por la familia de Mario, a la que se le informó que “sería un médico forense asignado por la Embajada de Italia en Colombia”. El cuerpo diplomático italiano mantiene un silencio estricto y no comenta esta información. En dos ocasiones, diferentes miembros de la embajada colgaron directamente el teléfono apenas este periodista y otro colega italiano mencionaron el apellido Paciolla. Así que no está claro que Pedraza de verdad fuera asignado por la embajada o se hubiera “colado”.
El forense de Florencia no sólo indicó la “probable manera de muerte” sino también la hora de esta: dos de la madrugada del 15 de julio. La foto del certificado de defunción es uno de los pocos documentos que se encuentran publicados en las redes sociales. El resto son filtraciones anónimas de miembros de la ONU, de la Fiscalía colombiana e italiana. Datos que difícilmente se pueden comprobar, pero que sí alimentan el hambre de la prensa. Los whistleblower o filtradores son los únicos que hablan, mientras la Misión y las instituciones estatales guardan silencio. La Misión se esconde detrás de protocolos y recuerda a sus funcionarios, en un mail filtrado y publicado en El Espectador, que “no podrán (…) dar declaraciones a la prensa”. Pero lo que puede salvar ahora al organismo internacional y al jefe de la Misión es romper con estos protocolos, con el silencio y mostrar transparencia y, así, empatía.
En San Vicente la gente no dudaba de la hipótesis del suicidio hasta que en la prensa nacional salieron investigaciones que hacen pensar en otra, la del homicidio. Para muchos que lo conocieron parece surreal que Mario se hubiera suicidado, pues era un hombre “lleno de vida”, un “brillante viajero”, una persona “que no aceptaba las zonas grises”, como lo caracterizó su madre en la prensa italiana. “Era un idealista”, le dijo uno de sus amigos a una periodista en su ciudad natal, Nápoles. “Era una persona muy reservada. Nunca hablaba sobre los riesgos, ni sobre los mil problemas (de este trabajo) o de la soledad”. Tal vez fue este idealismo el que puso a Mario en una situación más vulnerable frente a una institución que intenta manejar una neutralidad en un campo político minado, donde muchos actores negocian un acuerdo de paz que hoy está al borde del fracaso.
En el Caguán el acuerdo de paz nunca cogió fuerza. “Unos seis, ocho meses después de la firma de la paz se sintió una esperanza, pero después todo se volvió igual, con las extorsiones y el reclutamiento forzado”, dice un periodista local que vive amenazado y pide anonimato. Según diferentes fuentes, Mario se enfureció por la injusticia que lo rodeaba. Durante la pandemia este escenario empeoró y es muy probable que Mario se hubiese frustrado por la inactividad de la ONU. Él criticaba a menudo a la organización, pero según fuentes nunca dejó de creer en la paz y en el acuerdo que el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC firmaron el mismo año en que él pisó Colombia.
Gente cercana a Mario ha asegurado que él se vio afectado por la actuación de la Misión en el caso del bombardeo del ejército a un campamento de las disidencias de las FARC. El hecho ocurrió el 29 de agosto de 2019 en la vereda Aguas Claras, a 30 kilómetros de San Vicente. Allí murieron al menos ocho menores de edad que poco antes habían sido reclutados. Claudia Julieta Duque, periodista y amiga de Mario, escribió después de su muerte una carta abierta a él en el periódico El Espectador. En esta carta cuenta los “disgustos internos” que Mario sintió frente a
la Misión. Una organización que solo mencionó el incidente del bombardeo en uno de sus informes trimestrales, cuando por la “controversia en torno al ataque aéreo” el ministro de Defensa, Guillermo Botero, renunció. Meses después se conocería, gracias a un trabajo de la organización Dejusticia y Cuestión Pública, que el Gobierno sabía con anterioridad de la presencia de niños en el campamento y, aun así, ordenó el bombardeo.
Alrededor de la suposición de que Mario estaba involucrado en la elaboración de un informe sobre el bombardeo se construyó una historia de conspiración. En principio hay que decir que la Misión no se dedica a investigar situaciones como un bombardeo a un grupo armado ilegal. Su mandato se fija en dos puntos del acuerdo final: punto 3.2 “Reincorporación de FARC a la vida civil - en lo económico, lo social y lo político” y punto 3.4 “Garantías de seguridad y lucha contra las organizaciones y conductas criminales”. Pero como confirma Herner Carreño, expersonero de Puerto Rico y mayor denunciante del bombardeo, los miembros de la Misión “adelantaron investigaciones o hacían indagaciones sobre todas las alteraciones de orden público en la zona”.
Varias de las víctimas del bombardeo eran de Puerto Rico, un pueblo a una hora de San Vicente, en la vía a Florencia. Carreño habló personalmente con dos voluntarias de la Misión sobre el bombardeo y otros casos de seguridad, pero no con Mario. Según fuentes, el texto que escribió una de estas dos sobre los hechos en Puerto Rico no ocupaba más de un párrafo en todo el documento. Además, según las fuentes, Mario no se ocupó de esta temática, su campo de trabajo se encontraba más relacionado con el tema de la reincorporación, y en especial con la promoción del turismo sostenible y el rafting. Por esto, es muy difícil imaginar que Mario hubiera escrito algún tipo de “informe” sobre el bombardeo.
Las charlas con autoridades regionales que hacen los voluntarios para elaborar los informes son muy comunes en el mundo de las oenegés en Colombia. Sirven como análisis de riesgo para examinar la seguridad de los propios voluntarios en la región y para entender mejor el conflicto local. Los miembros de la Misión elaboran informes de todo tipo. Son trabajos en equipo que normalmente no son firmados por sus integrantes. En general son resúmenes de la situación en su zona de trabajo, que alimentan los informes trimestrales, los cuales se envían al Consejo de Seguridad de la ONU en Nueva York.
Estos informes trimestrales están publicados en la página web de la Misión. El bombardeo del 29 de agosto no está mencionado en el documento que cubre el periodo de julio a septiembre del 2019. Parece que la muerte de los ocho niños solo se volvió un tema importante cuando provocó la renuncia del ministro Botero en el mes de noviembre, porque en el último informe del año sí fue añadido el bombardeo. Así también lo dice Carreño: “Yo lo denuncié públicamente en los medios regionales, les dije que tengo documentados tres casos de reclutamiento forzado y que estas tres niñas murieron en el bombardeo”, pero los medios nacionales solo se interesaron cuando salió el escándalo (de la renuncia de Botero)”.
En la sesión del Senado del 5 de noviembre 2019 el senador Roy Barreras, del Partido de la U, opositor al actual gobierno, exhibió pruebas en las cuales se confirmaron las edades de los menores asesinados en el bombardeo. En la grabación de la sesión publicada en internet, el senador muestra como fuente documentos de la Seccional de Medicina Legal del Meta. Nada indica que estos hallazgos hubieran sido filtrados por la ONU, y menos por el equipo de la Misión en San Vicente del Caguán. Esto no significa que existan o no filtraciones en este u otro caso entre la ONU, militares y políticos en Colombia, como fue mencionado por la prensa alrededor del caso de Mario. Por todo lo anterior, la tesis que sostiene que la renuncia del ministro Botero hubiera tenido que ver con la muerte de Mario, ocurrida ocho meses después del debate, es muy débil.
A principios de septiembre pasado el periódico italiano Corriere della Sera publicó filtraciones de la declaración que la exnovia de Mario había dado a la Fiscalía en Colombia. Según el periódico, los abogados y el embajador de Italia en Bogotá también estaban presentes por videollamada. En este interrogatorio la exnovia contó que la condición psicológica de Mario empeoró progresivamente, sobre todo en sus últimos cinco días. La italiana, que también trabaja para la Misión, dijo además que en este tiempo ella fue la “única persona en que (Mario) confiaba”. Según ella, el empeoramiento de Mario fue el resultado de sus miedos por las consecuencias de una “posible y no especificada investigación interna de la ONU en la que Mario pensaba que iba a ser el objetivo”.
Estas investigaciones internas al personal no son algo fuera de lo común, como se puede leer en los diferentes informes trimestrales de la Misión que se encuentran en línea. El Equipo de Conducta y Disciplina hace “especial hincapié en la explotación y los abusos sexuales, el acoso y el abuso de autoridad, el uso indebido de los medios sociales y la violación de las normas de seguridad”. Los que conocieron a Mario concuerdan en que era una persona que hablaba francamente y no le tenía miedo a las discusiones. Aunque en el último informe trimestral que fue publicado por la Misión, a finales de septiembre, no se lee de ningún caso de conducta indebida.
Varias fuentes confirman bajo anonimato que en la Misión muchos voluntarios viven en una soledad absoluta. En un video promocional una colega de Mario explica: “Separar la vida laboral de la vida privada personal en una sede local tan chiquita como esta (San Vicente del Caguán) es muy complejo, es una de las dificultades mayores que te encuentras cuando llegas acá. Cada quien tiene que buscarse sus propios espacios individuales personales”. Según el periodista local en San Vicente “el contacto de los de la ONU acá en el pueblo realmente es muy mínimo, muy reservado”. Este régimen protocolario fue aún más restrictivo durante la pandemia. Según el último informe antes de la muerte de Mario, publicado en junio, “la Misión ha adaptado su estrategia en materia de conducta y disciplina para prevenir las faltas de conducta y responder a ellas en el contexto de la pandemia y las medidas de aislamiento obligatorio”.
Mario vivía en San Vicente desde que empezó a trabajar para la Misión. No es muy común que voluntarios – sean de la ONU o de otras organizaciones – se queden en un ambiente tan tenso sin relevos ni cambios. La anterior oenegé en la cual nosotros dos trabajamos está organizada de manera horizontal, es decir que no existen jefes, sino que todas las decisiones se consensuan en equipo. Algo muy diferente del ambiente que se encuentra en la Misión, una organización estrictamente vertical donde se espera disciplina y subordinación. Un idealista como Mario tenía que chocar con esta estructura.
En la prensa se mencionan dos reuniones en Florencia que rodean el caso de Mario: una informal, entre el 15 y el 22 de junio, en la que Mario –según las filtraciones– fue acusado de espía, y otra formal, el 10 de julio, en la Oficina Regional de la Misión, de la que depende la Suboficina en San Vicente donde trabajaba Mario. Una amiga de Mario que se quería ver con él confirma que Mario estuvo ese 10 de julio por trabajo en Florencia, pero al final no se vieron por otras razones. La madre de Mario dice en la prensa italiana que ese mismo día él le había dicho textualmente: “Me siento sucio, tengo que volver y bañarme en las aguas de Nápoles”. Según se entiende, poco después hablaron de nuevo y Mario le contó que se había enfadado mucho con sus jefes y que se había “metido en un lío”.
De acuerdo con dos fuentes locales –que no tienen que ver con la ONU– los superiores abrieron una investigación interna contra el italiano por alguna conducta desfavorable. La periodista Duque menciona en su carta abierta que Mario le había comentado de una reciente anotación en su hoja de vida por sus desacuerdos sobre cómo la Misión estaba manejando la pandemia. La periodista escribe: “Mientras a otros funcionarios se les facilitaban viajes y medidas de teletrabajo, para los voluntarios la norma fue la soledad y el aislamiento”. Una fuente anónima
dijo que supuestamente el jefe de la Unidad Médica de la Misión –el mismo Pedraza de la autopsia de Mario– estuvo presente ese día en la reunión en Florencia y que la discusión se alteró bastante. Por estos detalles se cree que el tema de la reunión tuvo que ver con el desacuerdo de Mario sobre cómo la Misión manejaba la pandemia y el tema de salud en general, y que la alteración de la discusión llevó a un intercambio de palabras que terminó en una investigación interna contra Mario.
El desacuerdo de Mario sobre el manejo “discriminatorio” de temas de salud por parte de la ONU ya era conocido, como explica Duque en la misma carta abierta en El Espectador: “Te preocupaba que la paquidermia burocrática te dejara aún más expuesto que una enfermedad o un accidente”. Según la periodista investigativa, Mario se molestó el año pasado por el trato que recibió una compañera que sufría de dengue y que no fue evacuada a tiempo por la Misión. Los diferentes informes muestran que la situación de salud de los voluntarios –resumido en un párrafo corto de “Apoyo a la Misión”– no fue de gran importancia hasta que el mundo enfrentó la pandemia.
A partir de ese momento la Misión realizó, según sus informes, “esfuerzos multifacéticos (…) que abarcan temas críticos como la continuidad de las operaciones y la planificación de contingencias, las cadenas de suministro, la adquisición y el pedido de suministros médicos adicionales y el apoyo de especialistas”. Además, cuenta un informe que: “La Misión ha establecido un equipo de tareas y ha comenzado a implementar modalidades de trabajo alternativas en todas sus oficinas. Todos los viajes no esenciales han sido cancelados o aplazados, y los viajes dentro de la zona de la misión se han limitado en función de su importancia”. Lo que en otras palabras significa la agudización de los protocolos, el aislamiento y la soledad.
Un lugareño y conocido de Mario que también pidió no ser identificado recuerda que el año pasado el italiano fue más social, salió a tomar una cerveza y charlaba. Pero desde que comenzó la pandemia se quedó en casa, ni para hacer las compras salió, todo llegó a domicilio. El periodista italiano Simone Ferrari hizo un reportaje in situ para el medio italiano TPI y pudo hablar con diferentes fuentes. Sobre una pizza en un restaurante italiano del barrio Chapinero de Bogotá, Ferrari cuenta lo que encontró en el pueblo: “Yo viajé a San Vicente totalmente convencido de que se trataba de un homicidio. Esperaba encontrarme con una situación de absoluta omertà, como decimos en Italia”, refiriéndose al código de silencio de la mafia italiana. Pero, contrario a su idea, se encontró con personas “extremadamente disponibles para hablar”. A raíz de esas charlas, comenzó a dudar de las noticias que presentaban el hecho como una “gran conspiración” y las reconstrucciones en la prensa colombiana e italiana le parecieron “falaces e incongruentes” con los testimonios que recogió.
Según el dueño del apartamento donde vivió Mario los últimos 15 meses, ni antes ni después de la pandemia el italiano recibió visitas. Un vecino le contó a Ferrari que Mario se molestó una vez por una fiesta que hicieron durante la cuarentena, nada grave, pero sí parecía que Mario respetaba los protocolos, aunque posiblemente no estaba de acuerdo con ellos. Su familia en Italia también mencionó en una entrevista en el periódico La Repubblica que “Mario trabajaba en smartworking y casi siempre estaba en casa”. Ferrari dice que, según el dueño, durante la pandemia el italiano se encerró aún más y no compartía con él ni con su familia, que vive en la misma casa. “Pero el dueño notó el cambio más drástico en la actitud de Mario los últimos cinco días antes de su muerte”. Mientras que antes lo saludaba y hablaba sobre fútbol y otras cosas, ahora “había perdido su simpatía, no respondía a los saludos, estaba hosco. Y estaba visiblemente pálido, preocupado”.
El dueño de la casa duerme con su mujer al lado del patio donde fue encontrado Mario. Al periodista italiano le contó el dueño que, aunque trabaja mucho y tiene un sueño profundo, es difícil que no se hubiera despertado si al lado de él hubiera pasado algo raro, una pelea o una
discusión. Un edificio a unos 50 metros de distancia de la casa de Mario estaba todavía en construcción en julio. Por eso toda la noche un vigilante dio vueltas por los tres pisos, observando la calle, los terrenos baldíos vecinos y hasta podía ver la entrada al apartamento de Mario. Según el testimonio que le dio a Ferrari por teléfono, es muy poco probable que alguien hubiera podido pasar allá sin que él se hubiera dado cuenta.
Al periodista italiano, experto en el conflicto territorial en el suroccidente colombiano, le parece que los testimonios que pudo recoger son verídicos y le hacen creer en la improbabilidad de que alguien estuviera presente cuando Mario murió. “Después de conocer el hogar de Mario, diría que la organización de un homicidio en ese espacio requeriría una operación de inteligencia enorme, de la cual no hay ningún indicio”. Aunque las investigaciones siguen en Colombia y en Italia, la ONU ya clasificó la muerte de Mario en sus estadísticas como “autoinfligido”. El nombre de Mario aparece así en las filas de los casi 60 funcionarios de las diferentes Misiones de la ONU alrededor del mundo que se han suicidado en los últimos 20 años. Pero todavía no está claro lo que pasó con Mario y aún no se puede descartar un homicidio. Sea lo que sea, hay responsables de la muerte de Mario, sea por acción u omisión.
En los últimos días Mario llamó varias veces a su familia en Italia, algo que no era habitual de su parte. En estas llamadas, según lo que cuenta su madre a los periodistas italianos, Mario mostraba una conmoción “por algo que había visto, entendido, intuido”. Por eso su madre está convencida de que “lo han matado” y que “la verdad sobre su muerte está en las relaciones con gente de su trabajo y en las actividades que estaba haciendo mientras estaba trabajando para la ONU”. De esto último no hay duda, porque como se pudo verificar, Mario solo tenía contacto con personas de su entorno laboral.
La otra persona de confianza con quien Mario habló fue su exnovia. Su relación duró nueve años y terminó en septiembre de 2019, pero ellos siguieron manteniendo contacto. Según las filtraciones de su testimonio, el día antes de su muerte, Mario le dijo que había comprado dos tiquetes para regresar a Italia. Había anticipado su regreso para el 20 de julio, pese a que estaba previsto para el 20 de agosto. Colombia en ese momento estaba en cuarentena estricta, por lo que desplazarse a otras ciudades o conseguir un vuelo humanitario no era fácil. Como funcionario de la ONU Mario lo logró. Estaba previsto que el 15 de julio, el mismo día de la muerte, un carro de la ONU lo llevara a Florencia y de allí a Bogotá.
Mario no solamente quería volver a su país sino también volver con su exnovia, “la mujer de su vida”, como Mario supuestamente le había dicho en las últimas llamadas. El italiano compró los tiquetes con la tarjeta de crédito de su exnovia sin avisarle de antemano. Pero ella rechazó su plan de volver y le dijo que quería quedarse en Colombia. Según la filtración del interrogatorio, la exnovia afirmó que la llamada estaba “particularmente agitada por los continuos llantos y gritos” de Mario y, en algún momento, también había dicho que “no quería vivir más”.
No está claro, pero es muy probable que estas últimas llamadas y discusiones alteradas fueran las palabras en italiano que el dueño de la casa asegura haber escuchado la noche del 14 de julio entre las 10 y las 11 de la noche. Según el reportaje del periodista Ferrari, el vigilante, desde la terraza del último piso de al lado, vio a Mario por última vez a las 10:15 de la noche andando nerviosamente afuera, fumando y hablando exaltado por teléfono: “Estaba muy agitado. Yo observaba esa calle todas las noches y nunca lo había visto salir de noche. Me pareció muy extraño. Sé que eran las 10:15 porque estaba hablando con mi esposa por teléfono y consulté la hora de la llamada. Salió de la casa, se sentó en un banco afuera. Hablaba por teléfono, de vez en cuando se levantaba, caminaba nerviosamente de un lado a otro. Por la distancia, no pude entender si hablaba en español o en otro idioma”. El WhatsApp de Mario quedó inactivo a partir de las 10:45 de la noche. La última llamada con la exnovia fue a las 11:23 y según ella Mario parecía “más calmado” en ese momento. Pero dos horas y media después Mario estaba muerto.
Hay otra llamada a las 10:00, antes de la muerte de Mario, que revive la sospecha de varios periodistas. Según investigaciones de la periodista Duque, a esa hora Mario “estableció comunicación telefónica con el enlace de Seguridad de la Misión”. No está claro si esta llamada es la misma que vio el vigilante desde el edificio vecino a las 10:15, en la que le parecía al vigilante que Mario estaba exaltado. Según lo que se filtró de la declaración de la exnovia, el italiano desconfiaba del enlace, pero varias fuentes contactadas confirman que Mario y el enlace eran buenos amigos. Sin mencionar sus nombres, la exnovia aclara que Mario de repente había perdido la confianza en dos de sus colegas.
Por otro lado, no es raro que el enlace, por su función de seguridad, llamara a Mario la noche antes de recogerlo para viajar con él a Bogotá. Pero fueron él y otra voluntaria de la ONU quienes encontraron el cuerpo de Mario por la mañana y quienes llamaron a la policía. Según el comandante de la Policía de San Vicente, la llamada de emergencia les llegó alrededor de las 9:00 de la mañana.
Por la hoja de vida del enlace de seguridad, que se encuentra pública en su perfil de LinkedIn, se sabe que es un exmilitar lo que para varios periodistas hizo parecer sus acciones aún más sospechosas. Por ejemplo, mientras la policía investigaba el lugar, el enlace impidió a los policías recoger los equipos electrónicos y cuadernos físicos de Mario. En principio es entendible, en un país en el cual agentes del Estado muchas veces están involucrados en actos criminales y en espionaje contra oenegés nacionales e internacionales. Pero, aunque estos equipos fueron asignados por la ONU a Mario y aunque, junto con los cuadernos, pueden tener información sensible, hacen parte de una investigación por muerte violenta. Según el acta de inspección mencionada en el documento de la necropsia colombiana, los policías encontraron uno de los dos portátiles “abierto y encendido”. Hasta ahora no está claro si estos equipos ya fueron entregados a la Fiscalía para comprobar qué estaba haciendo Mario en su computador poco antes de morir.
El mismo Mario temía ataques cibernéticos –las chuzadas contra oenegés, opositores y periodistas son un hecho en Colombia– pero igual en una escena de un presunto suicidio lo primero que los investigadores deben buscar es una carta de despedida, sea física o electrónica. Según está escrito en diferentes medios, el enlace de seguridad botó varias cosas y se llevó otras más. Las preguntas alrededor de él siguen rondando, porque también fue él quien solo cinco días después de la muerte de Mario contrató a dos mujeres para limpiar el apartamento. En Italia el hecho de que lo limpiaran con un “blanqueador” revivió las sospechas, pero en Colombia el uso del famoso clorox es muy común.
Es cierto que varios agentes de la SIJIN están siendo investigados por permitir alteraciones de la escena de la muerte. El periodista Ferrari concluye que el enlace de seguridad impuso en la casa de Mario “su autoridad encima de la misma policía y esto es más que sospechoso. Independientemente de cómo terminó la vida de Mario, es imposible negar las enormes responsabilidades de las Naciones Unidas tanto antes como después de la muerte de Mario”.
El 23 de julio el cuerpo de Mario fue repatriado. Las autoridades italianas ordenaron directamente una segunda autopsia, pero sus resultados quedan bajo llave. Según las primeras filtraciones de los resultados, el cuerpo llegó en muy mal estado y en el ataúd había cierta cantidad de aserrín. Consultada sobre el proceso de autopsia, una experta forense de Medicina Legal en Colombia aclaró que los forenses normalmente “cierran el cuerpo” luego de revisar el estado de los órganos. Pero después de este procedimiento es la funeraria contratada la que prepara el ataúd. Son ellos los que echan aserrín para mantener el cuerpo seco.
Al lado de estas dudas sobre el estado del cuerpo, los forenses italianos pudieron encontrar pruebas que hacen pensar en una alteración de la escena de la muerte, lo que llevó a la prensa italiana a calificarla de “postproducción”. Según algunos detalles parciales que fueron filtrados
por la prensa, las marcas en el cuello de Mario no cuadran con un ahorcamiento con una sábana y los nudos estaban hechos de manera sofisticada, aunque no se sabe exactamente qué significa eso. Además, la cantidad de sangre –según el acta de inspección colombiana se trata de “fluidos corporales que se asemejan a la sangre”– que fue encontrada en el lugar de la muerte no concuerda con las heridas superficiales en sus brazos. El 17 de octubre, tres meses después de la autopsia en Florencia, la revista Semana publicó el informe de los forenses colombianos. Los resultados se inclinan claramente a un suicidio. Aunque se hallan inconsistencias en el documento –el nudo de la sábana se encuentra una vez a la izquierda y otra vez a la derecha– en principio no habría porqué dudar del trabajo de los forenses colombianos.
Pero la fiscalía italiana abrió un caso de presunto homicidio, presionada por la prensa y la opinión pública italiana que ve en la muerte de Mario un nuevo caso Regeni. El estudiante italiano Giulio Regeni, excolaborador de la ONU, estaba en Egipto haciendo una investigación para su tesis de doctorado cuando desapareció el 25 de enero de 2016. Nueve días después, su cuerpo fue encontrado con señales de tortura y se cree que probablemente fue asesinado por el servicio secreto egipcio. La abogada y el forense italiano del caso de Mario son los mismos del caso de Regeni. La investigación de la muerte de Mario la lleva ahora el departamento criminal ROS, una unidad especial italiana que se ocupa del crimen organizado y de terrorismo.
La Misión de la ONU en Colombia mantiene un silencio estricto. En su último informe trimestral se menciona casi al final, en el punto 85, la muerte de “un Voluntario de las Naciones Unidas de nacionalidad italiana.” También dice que están “cooperando plenamente con las autoridades (…) para determinar la causa y las circunstancias de este trágico incidente”. Para las personas cercanas al “caso” de Mario la responsabilidad de la ONU en su muerte, por acción u omisión, es una realidad dolorosa. La Misión no cuidó la seguridad o la salud mental de uno de sus voluntarios y Colombia perdió una vida dedicada a la paz. Solo un profundo cambio interno y consecuencias laborales para los jefes de la Misión podrían evitar otros de estos “incidentes” para la ONU.
*Stephan Kroener (Friburgo de Brisgovia, 1984). Periodista independiente e historiador alemán radicado en Colombia. Escribe en diferentes medios colombianos y alemanes. En noviembre del año pasado viajó con un equipo de la televisión pública italiana RAI al Caquetá para ayudarles con la realización de un documental sobre Mario. En Twitter aparece como @El_Stoeppel.
Fuente: Voràgine
URL: https://voragine.co/mario-paciolla-la-muerte-violenta-de-un-voluntario/